Un
magnate multimillonario de Las Vegas dijo que estaría dispuesto a donar US$100
millones a la campaña de Newt Gingrich, uno de los aspirantes a ser candidato
por el Partido Republicano para las elecciones presidenciales en Estados
Unidos.
Adelson forma parte de una nueva generación
de donantes políticos en Estados Unidos que se benefició de la decisión de la
Corte Suprema de anular las restricciones existentes para la financiación de
las campañas.
Pero lo que representa es la continuación
de una larga tradición, que se remonta a la antigüedad, de personas acaudaladas
que utilizan el dinero para comprar influencia en la política.
Y en la historia hay muchas lecciones que
se podrían aprender.
Lección
1: el patrocinio puede producir beneficios
Descrito por el historiador Plutarco como
"el más rico de los romanos", Marcus Crassus aumentó su riqueza al
apostar por la carrera militar de Julio César y su posterior elección como
cónsul romano.
Si no hubiera sido por el apoyo financiero
de Crassus, tal vez Julio César no hubiera podido forjar su imperio.
"Nunca hubiéramos escuchado hablar de
Julio César si no hubiera sido por Crassus", comentó Philip Freeman,
director del departamento de clásicos de la Universidad Luther, en Iowa, y
autor de una reciente biografía sobre César.
Nacido en una casa de modestos ingresos,
Crassus se alió a Lucio Cornelio Sila, quien gobernó Roma, y forjó su riqueza
al aprovechar las propiedades que Sila les fue quitando a sus enemigos
políticos.
Él hizo de las "calamidades públicas
su gran fuente de beneficios", escribió Plutarco, agregando que también
generó mucho dinero al cumplir las funciones de recolector de impuestos.
En el año 61 antes de Cristo, Julio César
fue asignado a un puesto militar en España, pero sus acreedores consiguieron
evitar que se fuera de Roma.
Crassus canceló sus deudas, que al valor de
hoy ascendían a US$23 millones, según los cálculos del profesor Freeman.
Dos años después, Julio César se postuló
para Cónsul, el más alto cargo público en la república romana. Crassus financió
su campaña, que se basó en desaprobar todo lo oficial y en la compra de votos.
Para devolver el favor, Julio César impulsó
una legislación en la que reducía la cantidad de dinero que los recolectores de
impuestos debían entregar al gobierno central.
"Es como si Gingrich consigue ser
presidente y aprueba una ley en la que los casinos quedan exentos de pagar
impuestos, en honor a su benefactor en Las Vegas", comparó Freeman.
"Fue una gran movida financiera en
términos de dinero de Crassus".
Lección
2: tener una estrategia de salida
Sir William de la Pole de Hull fue un
importante importador de vino del siglo XIV, comerciante de lana y financiero
que le dejó inmensas cantidades de dinero al rey Edward III para financiar su
estilo de vida lleno de lujos y guerras en Francia y Escocia.
"Sus hijos se convirtieron en Condes
de Suffolk, un título de la nobleza que nadie se atrevió a acusar a Williams de
no serlo. Es difícil hacerlo mejor que eso. Fue simplemente una manera normal
de transformar el dinero en un estatus social".
La relación de Pole con la corona comenzó a
principio de 1327, cuando le prestó a Edward III alrededor de US$3.000 (que en
el presente equivaldría a US$2,5 millones, según un dispositivo de cálculo
creado por economistas de la Universidad de Illinois en Chicago).
El dinero fue utilizado para reclutar
mercenarios en la lucha contra los escoceses.
En 1336-1337, Edward III trató de explotar
la industria de lana para financiar el comienzo de la Guerra de los Cien Años
contra Francia.
Pole convenció a otros productores de lana
de unirse a una Compañía, que en realidad fue una forma de adquirir el derecho
de parte de Edward III de exportar la lana con mejores términos, comentó
Sumption.
Entre junio de 1338 y octubre de 1339 le
dio a la corona US$176.000 (US$136 millones en 2012).
Pero para Pole la historia no terminó bien.
Edward III se fue molestando por su
dependencia de Pole hasta el punto de encarcelarlo durante dos años. Fue
liberado porque el Rey volvió a necesitar su ayuda para recaudar dinero.
Edward no pudo cumplir con los pagos de su
deuda porque las guerras costaron más de lo que pudo recaudar por impuestos,
explicó Sumption, dejando a Pole y sus socios en la bancarrota.
"Prestarle al rey fue una cosa de
tontos", reflexionó Sumption. "El problema es que si no lo hacía
seguramente también hubiera terminado en la ruina".
Lección
3: el riesgo es muy alto
Cuando Edward VI ascendió al trono en 1547
a los nueve años, miembros de la corte de los Tudor comenzaron su cortejo para
ganar posicionamiento e influencia.
Dos de los principales conspiradores fueron
sus tíos Edward y Thomas Seymour.
Pero Thomas, quien gozó de una buena
posición bajo el reinado Henry VII, se fue encontrando apartado.
Entre sus proyectos para tratar de tener
más influencia sobre el niño rey, Seymour le fue pasando dinero para sus
caprichos, diciéndole "tú eres un rey miserable, sin dinero para jugar o
dar".
Edward VI se quejaba frecuentemente ante
Seymour de que Somerset era "muy estricta y me controla tanto que no puedo
tener dinero a mi voluntad", para pagar a músicos en su corte y
recompensar a sus sirvientes, aclaró John Cooper, catedrático de historia en la
Universidad de York.
Seymour le dio al rey cerca de US$300
(US$111.000), haciendo llegar el dinero a través de los sirvientes de Edward y
su tutor.
"Fue un juego político que fracasó
dramáticamente", explicó Cooper.
Cuando Somerset descubrió lo que estaba
pasando, además de otras tramas (Seymour también trató de seducir a la princesa
Isabel, quien para entonces era una adolescente), ordenó su arresto y lo acusó
de traición.
Fue decapitado en la Torre de Londres.
Al enterarse de su ejecución, Isabel dijo
que "hoy murió un hombre muy inteligente, pero con poco juicio".
Lección
4: estar preparado para una fuerte derrota
Entre los liberales enfurecidos por la
guerra en Vietnam hacia fines de los años sesenta y principios de los setenta
se encontraba Stewart Mott, la oveja negra de una familia pudiente del sector
automotriz en Detroit.
Mott, quien se definía a sí mismo como un
"filántropo vanguardista", donó más de US$200.000 para la campaña
presidencial de Eugene McCarthy en 1968 y cerca de US$400.000 a George
McGovern, el candidato demócrata que se enfrentó a Richard Nixon en 1972.
Sus grandes contribuciones motivaron al
Congreso a establecer límites a las donaciones que perciben las campañas
políticas que permanecen vigentes hoy en día (si bien las donaciones a comités
independientes no tienen límites).
"Él se identificaba con los políticos,
y con lo que cualquiera podría entender como progresista", dijo Victor
Navasky, profesor de periodismo de la Universidad de Columbia.
"Él se preocupaba por ellos, y tenía
la esperanza de ayudarlos a llegar a la Casa Blanca".
Pese a la fuente de dinero de Mott,
McGovern sufrió una de las más grandes derrotas políticas en la historia de
Estados Unidos, ganando sólo el estado de Massachusetts y la ciudad de
Washington.
Su apoyo a los candidatos liberales hizo
que Mott formara parte de la infame lista de enemigos de Nixon. El aliado de
Nixon, Chuck Colson, dijo que era "no era nada más que el dinero para los
candidatos radicales liberales".
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