jueves, 8 de marzo de 2012

Lecciones de la historia para donantes políticos


Un magnate multimillonario de Las Vegas dijo que estaría dispuesto a donar US$100 millones a la campaña de Newt Gingrich, uno de los aspirantes a ser candidato por el Partido Republicano para las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Sheldon Adelson
Adelson forma parte de una nueva generación de donantes políticos en Estados Unidos que se benefició de la decisión de la Corte Suprema de anular las restricciones existentes para la financiación de las campañas.

Pero lo que representa es la continuación de una larga tradición, que se remonta a la antigüedad, de personas acaudaladas que utilizan el dinero para comprar influencia en la política.
Y en la historia hay muchas lecciones que se podrían aprender.

Lección 1: el patrocinio puede producir beneficios

Crassus fue el gran apoyo de Julio César
Descrito por el historiador Plutarco como "el más rico de los romanos", Marcus Crassus aumentó su riqueza al apostar por la carrera militar de Julio César y su posterior elección como cónsul romano.

Si no hubiera sido por el apoyo financiero de Crassus, tal vez Julio César no hubiera podido forjar su imperio.

"Nunca hubiéramos escuchado hablar de Julio César si no hubiera sido por Crassus", comentó Philip Freeman, director del departamento de clásicos de la Universidad Luther, en Iowa, y autor de una reciente biografía sobre César.

Nacido en una casa de modestos ingresos, Crassus se alió a Lucio Cornelio Sila, quien gobernó Roma, y forjó su riqueza al aprovechar las propiedades que Sila les fue quitando a sus enemigos políticos.

Él hizo de las "calamidades públicas su gran fuente de beneficios", escribió Plutarco, agregando que también generó mucho dinero al cumplir las funciones de recolector de impuestos.

En el año 61 antes de Cristo, Julio César fue asignado a un puesto militar en España, pero sus acreedores consiguieron evitar que se fuera de Roma.

Crassus canceló sus deudas, que al valor de hoy ascendían a US$23 millones, según los cálculos del profesor Freeman.

Dos años después, Julio César se postuló para Cónsul, el más alto cargo público en la república romana. Crassus financió su campaña, que se basó en desaprobar todo lo oficial y en la compra de votos.

Para devolver el favor, Julio César impulsó una legislación en la que reducía la cantidad de dinero que los recolectores de impuestos debían entregar al gobierno central.

"Es como si Gingrich consigue ser presidente y aprueba una ley en la que los casinos quedan exentos de pagar impuestos, en honor a su benefactor en Las Vegas", comparó Freeman.

"Fue una gran movida financiera en términos de dinero de Crassus".

Lección 2: tener una estrategia de salida

Sir William de la Pole de Hull fue un importante importador de vino del siglo XIV, comerciante de lana y financiero que le dejó inmensas cantidades de dinero al rey Edward III para financiar su estilo de vida lleno de lujos y guerras en Francia y Escocia.
"Sus hijos se convirtieron en Condes de Suffolk, un título de la nobleza que nadie se atrevió a acusar a Williams de no serlo. Es difícil hacerlo mejor que eso. Fue simplemente una manera normal de transformar el dinero en un estatus social".

La relación de Pole con la corona comenzó a principio de 1327, cuando le prestó a Edward III alrededor de US$3.000 (que en el presente equivaldría a US$2,5 millones, según un dispositivo de cálculo creado por economistas de la Universidad de Illinois en Chicago).

El dinero fue utilizado para reclutar mercenarios en la lucha contra los escoceses.

En 1336-1337, Edward III trató de explotar la industria de lana para financiar el comienzo de la Guerra de los Cien Años contra Francia.

Pole convenció a otros productores de lana de unirse a una Compañía, que en realidad fue una forma de adquirir el derecho de parte de Edward III de exportar la lana con mejores términos, comentó Sumption.
Entre junio de 1338 y octubre de 1339 le dio a la corona US$176.000 (US$136 millones en 2012).

Pero para Pole la historia no terminó bien.

Edward III se fue molestando por su dependencia de Pole hasta el punto de encarcelarlo durante dos años. Fue liberado porque el Rey volvió a necesitar su ayuda para recaudar dinero.

Edward no pudo cumplir con los pagos de su deuda porque las guerras costaron más de lo que pudo recaudar por impuestos, explicó Sumption, dejando a Pole y sus socios en la bancarrota.

"Prestarle al rey fue una cosa de tontos", reflexionó Sumption. "El problema es que si no lo hacía seguramente también hubiera terminado en la ruina".

Lección 3: el riesgo es muy alto

Thomas Seymour
Cuando Edward VI ascendió al trono en 1547 a los nueve años, miembros de la corte de los Tudor comenzaron su cortejo para ganar posicionamiento e influencia.

Dos de los principales conspiradores fueron sus tíos Edward y Thomas Seymour.

Pero Thomas, quien gozó de una buena posición bajo el reinado Henry VII, se fue encontrando apartado.

Entre sus proyectos para tratar de tener más influencia sobre el niño rey, Seymour le fue pasando dinero para sus caprichos, diciéndole "tú eres un rey miserable, sin dinero para jugar o dar".

Edward VI se quejaba frecuentemente ante Seymour de que Somerset era "muy estricta y me controla tanto que no puedo tener dinero a mi voluntad", para pagar a músicos en su corte y recompensar a sus sirvientes, aclaró John Cooper, catedrático de historia en la Universidad de York.

Seymour le dio al rey cerca de US$300 (US$111.000), haciendo llegar el dinero a través de los sirvientes de Edward y su tutor.

"Fue un juego político que fracasó dramáticamente", explicó Cooper.

Cuando Somerset descubrió lo que estaba pasando, además de otras tramas (Seymour también trató de seducir a la princesa Isabel, quien para entonces era una adolescente), ordenó su arresto y lo acusó de traición.

Fue decapitado en la Torre de Londres.

Al enterarse de su ejecución, Isabel dijo que "hoy murió un hombre muy inteligente, pero con poco juicio".

Lección 4: estar preparado para una fuerte derrota

Entre los liberales enfurecidos por la guerra en Vietnam hacia fines de los años sesenta y principios de los setenta se encontraba Stewart Mott, la oveja negra de una familia pudiente del sector automotriz en Detroit.
Mott, quien se definía a sí mismo como un "filántropo vanguardista", donó más de US$200.000 para la campaña presidencial de Eugene McCarthy en 1968 y cerca de US$400.000 a George McGovern, el candidato demócrata que se enfrentó a Richard Nixon en 1972.

Sus grandes contribuciones motivaron al Congreso a establecer límites a las donaciones que perciben las campañas políticas que permanecen vigentes hoy en día (si bien las donaciones a comités independientes no tienen límites).

"Él se identificaba con los políticos, y con lo que cualquiera podría entender como progresista", dijo Victor Navasky, profesor de periodismo de la Universidad de Columbia.

"Él se preocupaba por ellos, y tenía la esperanza de ayudarlos a llegar a la Casa Blanca".

Pese a la fuente de dinero de Mott, McGovern sufrió una de las más grandes derrotas políticas en la historia de Estados Unidos, ganando sólo el estado de Massachusetts y la ciudad de Washington.

Su apoyo a los candidatos liberales hizo que Mott formara parte de la infame lista de enemigos de Nixon. El aliado de Nixon, Chuck Colson, dijo que era "no era nada más que el dinero para los candidatos radicales liberales".

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