Por Gustavo Olivo Peña
El hecho de que Balaguer, nacido en 1906, y Bosch, nacido en 1909, coincidieran en la incursión a temprana edad en la literatura y en la política, además de su reconocida amistad, ha llevado a que muchos de sus seguidores tratasen de equipararlos. Este intento ha sido más constante en los balagueristas.
Sin embargo, una observación de las posiciones asumidas ante los más importantes acontecimientos políticos del siglo pasado, dentro y fuera de la República Dominicana, conduce necesariamente a establecer profundas diferencias entre estos dos líderes políticos.
Balaguer ha sido Presidente de la República en ocho ocasiones, incluyendo una por disposición del dictador Rafael Trujillo. Bosch fue Presidente por la libre elección de los dominicanos en los comicios del 20 de diciembre de 1962. Fue derrocado siete meses después, y nunca retornó al poder.
ACTITUD ANTE LA DICTADURA
Los intelectuales dominicanos que tuvieron que vivir los decenios de finales del veinte hasta los inicios de los sesenta se vieron en la obligación de tomar partido ante el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Mientras el joven Bosch alertaba al país del inminente surgimiento de un tirano cruel en la figura de Rafael Trujillo; Balaguer se unía a los partidarios del entonces ya poderoso general quienes, junto a Rafael Estrella Ureña (cabeza visible del llamado Movimiento Cívico) trabajaban decididamente en el plan para derrocar a Hora cio Vásquez e instaurar la tiranía que mancillaría al pueblo dominicano durante casi 32 años.
De Bosch se sabe que, aunque en principio colaboró con la dictadura y hasta llegó a escribir un artículo elogiando el hecho de que la capital dominicana, Santo Domingo, pasase a llamarse Ciudad Trujillo, nunca se comprometió tanto como para convertirse en uno de los soportes intelectuales del nefasto régimen.
Muchos como Bosch, que en principio colaboraron con Trujillo, pronto se rebelaron contra el sátrapa, dentro o fuera del territorio nacional, pagando con sus vidas o el exilio su actitud.
Otros intelectuales se mostraron sumisos y oportunistas frente a Trujillo, y se convirtieron en sus más importantes colaboradores personales y en justificadores, ocultadores, de las peores acciones de la tiranía.
Bosch nunca ocupó un puesto de gran importancia ni estuvo entre los más cercanos del tirano, contrario a Balaguer que fue uno de sus más fieles. El hecho de que Balaguer nunca cayese en desgracia ante Trujillo, como ocurría coyunturalmente con los funcionarios del círculo íntimo del dictador, habla de su servilismo hacia el régimen.
HACIA EL EXILIO
Juan Bosch fue apresado por los servicios de espionaje de la dictadura en 1934. Encerrado en el fuerte de San Felipe, Puerto Plata, escribió las letras de la criolla La Gaviota, que ha sido grabada por cantantes tan importantes como Fernando Casado.
No se pudo comprobar que Bosch estuviese involucrado en planes conspirativos, y la intervención de amigos que tenían influencia en el régimen le devolvió a la libertad.
En 1935 es nombrado como empleado de la Dirección de Estadísticas, en la cual trabaja en la preparación del Censo Nacional junto a Mario Fermín Cabral. En esa institución llegaría a ser encargado de información, hasta que en enero de 1938 Trujillo le hace saber que lo quiere convertir en diputado.
Bosch, que no quería comprometerse políticamente con un gobierno tan sanguinario, argumenta que debe llevar a su entonces esposa Isabel García Aguiar a Puerto Rico para recibir cuidados médicos. Obtenido el permiso del dictador para salir del país, se queda en Puerto Rico para trabajar en la edición de las obras de Eugenio María de Hostos.
El 27 de febrero de ese mismo año renuncia al empleo que tenía en Santo Domingo. Le hace saber al dictador Trujillo que ya no volvería más porque no estaba de acuerdo con su régimen, y le asegura que no quiere participar en la política. Pronto es contactado por el movimiento revolucionario y se une a los planes conspirativos contra la dictadura.
Por su entrega y honestidad se convierte en uno de los principales líderes de los dominicanos en el exterior, y junto a Juan Isidro Jiménez Grullón, participa en la fundación del Partido Revolucionario Dominicano, en La Habana, Cuba, en 1939.
Exactamente 24 años permaneció Bosch en el exilio. Y fueron estos lustros de una impresionante fecundidad, tanto en el trabajo intelectual como en el político. Bosch escribió cuentos, ensayos, trabajó como profesor y guionista de programas de radio.
Al unísono no descansaba en denunciar las crueldades de la dictadura, y utilizaba toda su influencia para conseguir el apoyo de gobiernos y personalidades para los revolucionarios dominicanos en el exilio. En 1947 es interceptada por las autoridades cubanas una expedición de guerrilleros dominicanos que había partido de Cayo Confites.
Bosch se declara en huelga de hambre para exigir la libertad de los revolucionarios. El líder del PRD no retornaría al suelo nacional hasta el 20 de octubre de 1961.
AFAN POR EL PODER
Balaguer ha demostrado durante toda su existencia un afán individualista por el poder político y estatal. Su partido, fundado en 1964 con el nombre de Partido Reformista, fue convertido en un grupo cuya única tarea debía ser la de buscar recursos y votos para llevarle al poder y hacer todo lo que estuviese a su alcance para mantenerlo.
Tan pronto Trujillo se juramentó Presidente el 16 de agosto de 1930, Balaguer fue nombrado Primer Secretario de la Legación Diplomática Dominicana en Madrid, España.
Luego sería nombrado embajador en Colombia, México, subsecretario de Relaciones Exteriores, secretario de Relaciones Exteriores, hasta que retornó al país en 1935 para ejercer la cátedra universitaria en la Universidad de Santo Domingo (hoy UASD).
Al unísono con la docencia fue nombrado por Trujillo como sub secretario de la Presidencia, luego fue cambiado a secretario de Educación, y más tarde secretario de la Presidencia.
Los crímenes del dictador Trujillo le generaron una fuerte repulsa internacional, inclusive en el gobierno de Estados Unidos, su gran aliado.
Para suavizar estas presiones, Trujillo hace reformar su Constitución, y restablece la vicepresidencia de la República y hace celebrar una nueva farsa electoral con su hermano Héctor Bienvenido Trujillo, candidato presidencial, y Joaquín Balaguer, candidato vicepresidencial.
Por supuesto que las candidaturas del régimen resultaron ganadoras de manera aplastante. Sería esta la primera ocasión en que Balaguer se acercaba a lo más alto del poder: la Presidencia de la República.
Cuando las presiones internacionales y las sanciones contra la dictadura arreciaron, Trujillo intentó desesperadamente convencer a Estados Unidos y a la Organización de Estados Americanos de que estaba democratizando el país, y anunció la renuncia de su hermano de la presidencia para dar paso a Balaguer como Presidente de la República.
Sería ésta la primera de las ocho ocasiones en las que Balaguer tendría a su cargo la Presidencia de la República, su razón de ser y vivir hasta el día de hoy.
De servil colaborador de Rafael Trujillo trató de volverse contra sus hijos y hermanos una vez ajusticiado el tirano, el 30 de mayo de 1961, con tal de quedarse en el poder. Los pasos dados por Balaguer en los meses inmediatamente después al ajusticiamiento han sido exaltados por sus seguidores para hablar de una supuesta democratización del país. En realidad Balaguer lo que pretendía era convencer a la comunidad internacional para que quitasen las sanciones económicas al país y a su moribundo gobierno.
Además de haber ejercido nominal y realmente la Presidencia de la República, Balaguer ha aspirado, sin éxito, a ganarla electoralmente en tres ocasiones más: 1978, 1982 y 2000.
Para mantener o alcanzar el poder Balaguer ha pactado y ha recibido sin repulsa el apoyo de todo tipo de personas, grupos y partidos.
En plena guerra fría, cuando trataba de atemorizar al pueblo dominicano para que no votara por Bosch y el PRD (ver La Marcha Hacia el Capitolio), pactó y legalizó al Partido Comunista Dominicano.
Por el contrario, Bosch rechazó el apoyo de importantes fuerzas políticas por cuestión de principios y convicciones personales. En 1990, por ejemplo, el doctor José Francisco Peña Gómez, su gran discípulo, estuvo dispuesto a apoyar a Bosch y al PLD electoralmente para derrotar sin problemas al doctor Balaguer.
El rechazo de Bosch a algunos de los dirigentes perredeístas, a los que el fundador del PLD y el PRD consideraban manchados por la corrupción, además de su negativa a negociar en base a la repartición de puestos congresionales y cargos públicos, impidieron este pacto.
De haberse concretizado este gran pacto entre los dos grandes líderes liberales, se habría sepultado al sector conservador representado por Balaguer y el PR.
Asimismo, Bosch rechazaba hacer política basado en la dádiva a los ciudadanos más pobres o en la promesa demagógica individual de empleos, casas y ayuda económica directa.
Balaguer, por el contrario, auspició la dádiva como recurso político.
Asimismo, practicó la compra de conciencias, alentó el transfuguismo para mermar las bases de la oposición, y no dudó en permitir y justificar el asesinato político contra sus opositores.
Bosch no sólo combatió la corrupción denunciándola, sino que llegó a someter a la justicia a funcionarios señalados como posibles culpables de enriquecimiento ilícito.
Durante su efímero gobierno de siete meses, en 1963, Bosch respetó religiosamente la libertad de expresión y el derecho de sus opositores, incluso en los casos de evidente labor conspirativa.
¿PADRE DE LA DEMOCRACIA?
Si se tuviese que nombrar a algún político dominicano Padre de la Democracia, en lo que se refiere al siglo XX, nadie como Bosch merecería tal distinción.
Aunque alabarderos reformistas, perredeístas, peledeístas y de otras parcelas políticas han querido dar este título al doctor Balaguer, lo cierto es que la vocación democrática del líder del PRSC es muy cuestionable.
Contrario a Bosch, Balaguer no alentó la formación de líderes importantes a su alrededor, pues siempre ha exigido la incondicionalidad, la genuflexión.
Bosch formó a los principales líderes del PRD y el PLD y a muchos de los que hoy están en el PRSC, además de preocuparse por orientar y educar al pueblo dominicano.
Bosch influyó grandemente en la formación política de líderes democráticos tan importantes como José Francisco Peña Gómez, Milagros Ortiz Bosch, Hatuey Decamps, Euclides Gutiérrez Félix, Leonel Fernández Reyna, Jaime David Fernández Mirabal, Danilo Medina,Antonio Guzmán Fernández, Salvador Jorge Blanco, Ivelisse Prats Ramírez de Pérez, Franklin Almeyda Rancier, los Rafael Suberví Bonilla, Danilo Medina, Rafael Kasse Acta, Ramón Andrés Blanco Fernández y José Joaquín Bidó Medina, entre otros cientos de prominentes hombres y mujeres de la política nacional.
Muy por el contrario, desde su gobierno de 1966, Balaguer entró en contradicción con sus más cercanos seguidores porque no quería ceder el paso a nadie en la carrera hacia la Presidencia de la República. Por esta razón salió del PR junto a un grupo de importantes dirigentes el licenciado Francisco Augusto Lora, quien renunció a la vicepresidencia de la República en 1969 para formar el Movimiento de Integración Democrática Anti Reeleccionista (MIDA).
En conclusión, Bosch dio toda su vida ejemplo de entrega y desprendimiento; Balaguer ha vivido aferrado al control personalista de su partido, cerrando el paso a muchos potenciales líderes, además de no ceder nunca en sus afanes por permanecer o retornar a la Presidencia de la República.
No hubo, no hay, y no podrá haber equiparamiento posible entre las carreras políticas de Bosch y Balaguer.
José Antinoe Fiallo
“Peña no tuvo la mentalidad de Bosch, ni Leonel la tiene”
Ni Leonel Fernández, ni José Francisco Peña Gómez (fallecido), se pueden considerar discípulos de Juan Bosch. ¿Por qué? La respuesta la da el historiador y catedrático universitario José Antinoe Fiallo Billini, quien desde muy joven se ligó a movimientos vanguardistas y de hecho su padre, Antinoe Fiallo Rodríguez, fue un antitrujillista que militó en el movimiento clandestino Frente Nacional para la Liberación.
“Cuando se hace un análisis de la personalidad de Peña Gómez y Leonel Fernández, no sólo de sus características sicosociales, sino de mentalidades, ni Peña tuvo los elementos básicos de lo que sería la mentalidad boschista ni Fernández los tiene, es decir ninguno de ellos habló con esas características, sino que se asociaron a lo que sería un castellano culto”. Eso pudiera parecer no muy importante, sin embargo lo es, anota Fiallo Billini, porque indica la manera en que terminaron los procesos de construcción cultural de ambos líderes.
“El análisis sociocultural de Juan Bosch era más complejo. Bosch tocaba, además de los aspectos de la política, una diversidad de temas sociales y de tradiciones. En los casos de Peña y Fernández el análisis ha sido meramente político”.
En el pensamiento de Bosch, afirma Fiallo Billini, fue muy importante la organización social y política. En sus análisis hacía énfasis en la problemática organizativa, de cómo asociar a la gente y que ésta elaborara métodos para organizarse.
“Tomando en cuenta estos elementos, tanto Peña Gómez como Fernández tuvo y tiene, respectivamente, liderazgos menos metido en las cosas cotidianas, liderazgos discursivos más hacia lo general, contrario a Bosch que combinó lo general con la necesidad de plantear alternativas organizativas. Entonces, si se toman en consideración estos elementos en uno y otro líder, la conclusión es que ninguno ni siquiera se cercó a lo que fueron los planteamientos de Bosch y con el tiempo cada uno lo fue demostrando, Peña Gómez más precoz con la crisis del PRD en los años 70, y Fernández como uno de los dirigentes más importantes del PLD”.
¿QUÉ ES UN DISCÍPULO?
Antinoe Fiallo Billini dice que la concepción que se tiene de la palabra discípulo es la de una persona sometida a la tutoría de otra más adulta y con más experiencia, sin embargo, como lo plantea la gente, es en el sentido de si aprendieron sustancialmente al lado de una persona o no. En este caso, ni Peña Gómez ni Fernández aprendieron la lección de Bosch.
“El fenómeno de Juan Bosch es un poco complejo, tanto en su actividad literaria como en su actividad política. Juan Bosch ha dejado una cantidad de resultados que están ahí pendientes de ser evaluados para ver dónde sus producciones tuvieron mayor sentido y en qué áreas se han manifestado y qué cosas habría que recuperar y qué cosas superar…”
Recordó que en el 1974, cuando se formó el PLD, dentro de las cuestiones organizativas que se plantearon estuvo la necesidad de formar comités patrióticos populares fuera de la estructura del PLD.
Estas formas de organización Bosch las planteó con la intención de aumentar los círculos de estudio dentro del PLD. Sin embargo, esa experiencia inicial, que le dio al partido la oportunidad de echar raíces, no se ha estudiado, apunta Fiallo Billini, ni desde el punto de vista del planteamiento que originalmente hizo Bosch en Vanguardia del Pueblo, ni de sus resultados.
Asegura que Juan Bosch fue muy temeroso en término de los resultados políticos de una acción que estuviera fuera de su control, pero independientemente de eso, agrega, es importante hacer una evaluación de su producción política y literaria… “analizar sus libros, sus personajes como Judas, Máximo Gómez, Bolívar… para ver qué nos dicen esos textos ahora, analizándoles fríamente desde su propia concepción y qué cosas pueden aportar esas lecturas a las circunstancias que estamos viviendo”.
Joaquín Balaguer
Más de 70 años como cortesano del poder
El anciano caudillo y Tomás Bobadilla comparten el ser los políticos de más prolongada incidencia en esta media isla. Uno durante el siglo XX y el otro durante el XIX
Por Miguel Febles
Una discusión acerca del período más largo de un partido político en un ambiente de libre competencia tiene una solución rápida: ocho años. Es del Partido Revolucionario Dominicano en el período 1978-86. Antes se habían producido los 20 años del Partido Azul, los 31 años de Trujillo y su Partido Dominicano, y los 12 años de Balaguer y su Partido Reformista, pero en ninguno de estos casos hubo igualdad de oportunidades ni libre competencia en la carrera por la Presidencia de la República.
Ahora bien, la carrera pública más extendida que ha tenido el país de funcionario alguno que haya llegado a la Presidencia es la de Joaquín Balaguer, que desde 1927 ya se desempeñaba como un servidor del Estado.
Ingresó, según sus propias palabras —contenidas en Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo— como profesor de literatura en la Escuela Normal de Santiago. De aquel empleo público proceden sus Nociones de Métrica Castellana, manual que contiene las líneas generales de la versificación española.
Algunos hablan de los 70 años de Balaguer en la vida pública dominicana, con la vista puesta en su llegada al gobierno como parte de las huestes de la revolución liderada por Rafael Estrella Ureña y de la que finalmente se apropió Trujillo, que era líder del golpe contra el gobierno de su patrocinador, el general Horacio Vásquez.
Hasta el momento en que se escriben estas líneas los de Balaguer como servidor público son 74 años, desde que recibió su primer sueldo del Estado, y 78 años desde que empezó su vida pública, hecho que puede ser establecido en el 1923, cuando —según sus palabras— formó parte del movimiento nacionalista “y del grupo de jóvenes que acompañaron al licenciado Rafael Estrella Ureña, líder de ese movimiento cívico en el Cibao”. Esta revelación de Balaguer permite un enlace con otras circunstancias de su vida pública que ya son parte del mito de este hombre de longevidad y de incidencia excepcionales en la vida dominicana.
Una de estas circunstancias es el hecho de que el movimiento cívico nacionalista fue organizado y liderado por Américo Lugo, inspirador y defensor rabioso de la “pura y simple” (fórmula que reclamaba la salida sin condiciones del ejército interventor que desde 1916 pisoteaba el país), que algunos años después de instalada la dictadura se enfrentó moralmente a Trujillo y murió aislado; pero también se puede inferir que fue estrellista antes que trujillista, condición que no debe ser despreciada si se toma en cuenta que Estrella Ureña cayó en desgracia el mismo 1930, y al año siguiente salía al exilio junto a varios de sus allegados.
Ocurre, por demás, que mientras Balaguer dirigía proclamas desde una tribuna improvisada en Santiago contra la presencia de los marines en el país, Trujillo era uno de los agentes locales de ese ejército de ocupación. Allí no termina lo paradójico. Américo Lugo, como ha sido señalado, fue el espíritu del movimiento nacionalista, pero también fue uno de los discípulos de Eugenio María de Hostos, creador de la Escuela Normal. Viene a ser que Balaguer, que ingresó como servidor del Estado a través de esta institución, es señalado por sus contrarios políticos e intelectuales como uno de los principales responsables de la eliminación de la escuela hostosiana.
Pero la carrera pública de Balaguer, extendida como no ha habido otra en el país, muestra renovadas credenciales en los albores del siglo XXI: una pensión de expresidente, consejero del huésped de turno del Palacio Nacional y uno de los tres puntos de equilibrio del poder político en el país.
BOBADILLA, EL MÁS HÁBIL
La organización originaria del Estado dominicano culminó el 6 de noviembre de 1844. Es una institución que muerde la realidad de tres siglos diferentes, el primero de ellos desde poco antes de la mitad, el siguiente de principio a fin y el tercero lo vive plenamente, como un habitante de la aldea global al que afectan tanto el aleteo de una mariposa en China, como el atentado contra el Pentágono y el World Trade Center.
Los dos siglos precedentes —XIX y XX— han tenido sus ejemplares de extendida y excepcional vida pública. El XX tuvo a Balaguer como mito que todavía vive y el XIX tuvo a Tomás Bobadilla, un personaje tenido a menos por sociólogos e historiadores, pero que se encuentra presente en la médula de la dominicanidad y es, sin ninguna duda, la figura que puede explicar a Balaguer como nadador de la vida pública, a los políticos dominicanos como expresión del dios Jano (tiene una cara para cada circunstancia), el camaleonismo consustancial del ser nacional y al dominicano como ejemplo de tenacidad para ir adelante con el plan de nación concebido por Duarte, a pesar de las conspiraciones contra la idea, a pesar del pesimismo de la clase media, a pesar de la falta de fe de sus ricos y a pesar de las conspiraciones contra el territorio.
Bobadilla nació en Neiba, 1786, y ya a los 23 años, esto es en 1810, ingresaba a una vida pública de la que saldría con la muerte, que lo alcanzó 59 años después en Puerto Príncipe prestando sus servicios a uno de los tantos caudillos que produjo el turbulento siglo XIX dominicano.
Si las metamorfosis de Balaguer les parecen notables a contrarios y admiradores —nacionalista en 1923, estrellista en 1930, trujillista del 30 al 61, demócrata en el 62, instrumento de la transición de la dictadura a la democracia del 66 al 78, liberal del 86 al 96 y parte de una triple entente del 97 al 2001—, las de Bobadilla serían para erigirle un mausoleo. Nuestro hombre fue bobo, como la España a la que sirvió hasta 1822, año en que pasó a ser una figura de primer orden del gobierno haitiano sobre toda la isla; expresiones salidas de su pluma acerca de Boyer no tienen que envidiar a las que salieron de la cabeza de los panegiristas de Trujillo durante la Era, y sin embargo todos conocemos el papel que jugó en el movimiento de la independencia nacional, participación que permite que algunos intelectuales vean en el Manifiesto del 16 de enero de 1844 una obra de su mano —lo cual es perfectamente posible— papel que le permitió hacer una apología de sí mismo en la que reclamó la paternidad de la patria a propósito de uno de sus más fuertes choques con Santana en 1847.
Bobadilla fue el primer presidente de hecho de la Junta Central Gubernativa, puesto que cedió a Pedro Santana en cuanto éste mostró las agallas; fue, además, quien sugirió la inclusión del artículo 210 que desnaturalizó la primera Constitución y un par de años después, cuando llegó el primer disgusto de importancia con Santana, se las arregló para ser designado diputado y salió al exilio para volver al país del lado de Manuel Jiménez, quien sustituyó a Santana. De Presidente había pasado a ser santanista y de santanista a jimenista y poco después era de nuevo santanista para pasar a poco a ser baecista y de nuevo santanista y así de uno a otro hasta ser de nuevo español en 1861, nacionalidad de la que había adjurado cuando Boyer imponía su dictadura sobre toda la isla.
La capacidad de adaptación mostrada por Bobadilla no tiene comparación en la vida pública dominicana, tanto por la violencia de los cambios como por el ambiente en el que ésta vino a manifestarse: la España Boba, la administración haitiana y la confrontación de caudillos iniciada el mismo 1844 y concluida con su muerte en diciembre de 1871, cuando Báez imponía su política de disolución.
DOS HILOS CONDUCTORES
La continuidad del Estado, de lo dominicano, estuvo garantizada en el siglo XIX por la participación de Bobadilla en la administración y la vida públicas desde 1811 hasta 1871. A la hora de su muerte quedaba, es cierto, un largo trecho por recorrer al joven Estado para concluir el siglo XIX, pero ya en esa fecha el Partido Azul era una realidad, del lado del que se había colocado en su oposición rabiosa a Buenaventura Báez. Treinta de esos 60 años de vida pública los vivió bajo el gobierno colonial, un período efímero con Núñez de Cáceres y un lapso de 22 años bajo el régimen haitiano. Pero si hacemos caso de los comentaristas de nuestra historia, especialmente a los que dicen que el sentimiento dominicano puede ser establecido con claridad desde el mismo siglo XVIII, podemos conceder que a pesar de la ausencia de un Estado independiente los hechos políticos, sociales y económicos del siglo XIX de principio a fin son típicamente dominicanos.
En el siglo XX esta continuidad de la vida pública puede ser establecida siguiendo el quehacer de Balaguer. Con él se toca el hecho troncal del siglo, que lo fue la administración de los marines (1916—24), la administración de Horacio Vásquez, en la que empezó su carrera como servidor del Estado —administración que fue a su vez el enlace entre la realidad del siglo XIX y el siglo XX dominicanos y el que determinó nuestra realidad política desde julio de 1899 hasta febrero de 1930— y la Era de Trujillo, en la que se materializaron los caminos trazados en el período 1915—1924.
Balaguer estuvo presente en la conspiración de la que surgió el Trujillo gobernante; estuvo presente durante los 31 años que duró su gobierno; estuvo presente como actor de primera línea en los sucesos que siguieron a la muerte del dictador; fue figura principal en el período de transición y establecimiento de las bases de la República Dominicana de hoy iniciado en 1966 y concluido en 1978; fue la piedra de toque que obligó a los desbordados líderes de la nueva realidad política social y económica dominicana a poner los pies sobre la tierra, y ha venido a ser uno de los tres pilares sobre los que hace equilibrio hoy día la concreción de lo dominicano en términos políticos.