El que crea que ha sido testigo de un proceso
digno de elecciones libres, que le vaya bonito
Por muy
indiferente que sea una dominicana o dominicano, le resulta imposible
mantenerse al margen de los fenómenos sociales, y mucho menos cuando por medio
de la propaganda se motiva a los integrantes de la sociedad para que motoricen
sus sentimientos políticos.
En estos precisos momentos que está viviendo
la República Dominicana, nos cuadra perfectamente el criterio externado por
Publio Terencio: “Hombre soy; nada humano me es ajeno”.
Ciertamente, de madrugada, en el día, en la
tarde o en la noche, en cualquier rincón del territorio nacional se escucha una
consigna de contenido político, promoviendo la venta como una mercancía
cualquiera de las gracias y supuestas virtudes de un candidato, o se destaca la
necesidad de depositar el voto en las urnas el próximo 20 de mayo para salvar
la democracia.
Pero no es solamente aquí. En todos los países
atrasados y dependientes como el nuestro, los espacios electorales sirven para
unos vivos obtener pingües beneficios económicos, ya sea caravaneando, en los
bandereos, exhibiendo una cachucha, o juramentándose por décima vez; otros,
aprovechan el proceso para meditar, analizar y sacar conclusiones a la luz de
la realidad que está viviendo nuestro pueblo, y qué se puede hacer en el futuro
como contribución para liberar a las grandes mayorías nacionales de la
ignorancia, el atraso y la opresión en todos los órdenes.
En vista de que formamos parte de la sociedad
dominicana, nos resulta imposible mantenernos al margen de lo que a diario se
está viviendo en la presente contienda electoral, que más que una competencia
de diferentes, se ve como una lucha entre iguales o tan parecidos que parecen
ser los mismos.
Aunque podemos decir hoy, a nivel electoral,
que nuestro reino no es de este mundo, tenemos nuestras propias opiniones de lo
que está ocurriendo, y es por lo que nos hemos motivado a exponer las ideas
contenidas en este escrito.
I.- EL MEDIO SOCIAL Y SU INFLUENCIA. LA CLASE
MEDIA Y LOS VICIOS SOCIALES.
A cualquier ser humano le resulta difícil
sustraerse a la realidad resultante del ordenamiento social donde ha nacido,
vivido, desarrollado y lleva a cabo sus actividades. Cada fenómeno tiene
incidencia en la forma de actuar de los que habitan allí donde se ha producido,
y será asimilado dependiendo de clase social en particular.
En razón de que la sociedad dominicana de hoy
no es homogénea, los sectores en ella presentes se comportan de manera
diferente ante un hecho social. La clase media, aquí y en cualquier lugar del
planeta tierra, tiene una actitud totalmente distinta de reaccionar a como lo
haría un obrero. La posición clasista combinada con la ideológica, ha de servir
de guía al ser humano.
El chisme, la mentira, el engaño y la
simulación, son vicios sociales disfrutados en grande por amplio sectores de la
clase media del país la cual, sin mucho esfuerzo, acepta como verdad absoluta
lo que no es más que el fruto de una perversa maquinación elaborada con el fin
de herir, dañar y fastidiar a aquella persona contra la cual va dirigida.
Lo que en un principio se pone a circular como
un “me dijeron”, luego la misma versión se difunde como que “yo la vi”, hasta
terminar vendiendo “el me dijeron”, como un hecho conocido por todo el mundo,
cuando en verdad no es otra cosa que una fabulación, un rumor que salió del
cerebro de un malvado.
Lo que se persigue con el rumor, con la
información falsa difundida por el perverso rufián, no es más que dañar a la
persona contra la cual es dirigido, estropear su buena conducta, maltratar a su
círculo familiar, destruir su honra bien ganada, perjudicar su vida pública y
privada, en fin, lo que se busca es menoscabar el respeto y la consideración de
que se ha hecho merecedor por lo mejor de la sociedad el hombre o mujer víctima
del murmullo.
En la medida que una sociedad es más y más
atrasada, con mayor firmeza y facilidad penetra en la conciencia colectiva el
cuchichear; divulgar lo que ha de herir al ser humano de bien, es una diversión
para los mezquinos y cobardes que se sienten muy felices con su comportamiento
despreciable. El difamador, malandro e infame siempre anda en alianza impúdica
maquinando aquellas cosas feas que golpean en lo más profundo de su alma al
hombre o mujer noble.
Se mueven muy bien, se sienten como que están
en su agua, aquellos que carecen de talento, y hacen del relajo, la cherchita y
el desenfreno una forma de normal comportamiento, y para elevarse en el medio
social donde viven no cultivan otra cosa que no sea asquear como repugnantes
que son.
Los hombres y mujeres dominados por vicios
propios de una sociedad agrietada y en decadencia, como la nuestra, procuran
destacarse en aquellas coyunturas o espacios de la vida política y social del
país, sin importarles los daños que han de causar a los demás con sus acciones
deleznables. Los pelagatos, insignificantes e insidiosos disfrutan sus
diabluras, celebran sus pronunciamientos temerarios, sus barrabasadas.
II.- COMPORTAMIENTOS DIFERENTES. NADA DE
ACUSACIONES ALEGRES, SIN PRUEBAS. HAY QUE DEMOSTRAR LOS HECHOS ARTICULADOS.
Todos aquellos que nos formamos en el accionar
político tomando como base principios ideológicos e ideales de liberación,
nunca hemos creído en la politiquería, en reducir a la nada el debate, caer en
la diatriba; hemos actuado excluyendo todo aquello que pueda caer en la
vulgaridad, en la diatriba, en la invectiva, en la palabra hiriente contra el
adversario político.
El quehacer político es rico en iniciativas,
en ideas creadoras que sirven para elevar la conciencia de las masas populares,
para convencerlas de la justeza de nuestras posiciones, criterios,
planteamientos, consignas y programas. Cuando se está armado de la razón y la
verdad, no hay que recurrir al insulto, al pasquín, a la ofensa, al vilipendio
ni al agravio.
Se reduce como político aquel que tiene que
utilizar malas artes para ganar un espacio en el quehacer político nacional.
Con este convencimiento hemos actuado en la vida política del país todos
aquellos que llegamos a la política en procura de la felicidad de las grandes
mayorías nacionales, sin ningún objetivo de alcanzar, por medio de la política,
cosas materiales.
La vida nos ha enseñado que se puede llegar a
ser un luchador social, difundir sus ideas, sin tener que herir a los que se
oponen a ellas. Cuantas veces hemos expuesto criterios que son respondidos o
negados por aquellos a quienes nos referimos, o hemos denunciado hechos de
interés público que vinculan a personas o instituciones, hemos buscado la forma
de demostrar lo denunciado.
En muchos archivos de periódicos del país
reposan denuncias que en su oportunidad hicimos de acciones que ponían en
entredicho las actuaciones de algunas personas. Siempre tratamos de aclarar o
probar lo que habíamos expuesto por los medios de comunicación.
He aquí algunos ejemplos que comprueban lo
anteriormente expuesto:
Si hemos tenido a nuestro alcance datos
relacionados con acciones dolosas en organismos estatales, las hemos denunciado
con pruebas irrefutables. (1)
Cuantas veces hemos sido testigos de
violaciones a los derechos humanos, aún a costa de nuestra seguridad personal,
hemos exhibido ante la opinión pública las pruebas de los atropellos, señalando
por su nombre al autor o autores. (2)
En su oportunidad, denunciamos en forma
directa a los que en Santiago comenzaban la distribución y consumo de
estupefacientes. (3)
Las veces que han llegado a nuestras manos
documentos que prueban el robo de dinero al pueblo dominicano, y ante la
indiferencia de las autoridades contra los delincuentes, hemos procedido en
nuestro propio nombre contra los que han delinquido. (4)
Así es que se debe proceder. No se puede hacer
pública cualquier idea que se tenga con relación a un asunto sin antes haber
procedido a su comprobación, o tener en las manos los documentos o testigos que
sirven como soporte o prueba de lo que ha sido puesto en conocimiento de la
opinión pública.
Una vez hecha una denuncia con relación a un
acto negativo con el cual se vincula a una persona, de inmediato la generalidad
de los integrantes de la sociedad lo dan como verdadero, aunque no sea verdad,
y luego si resulta falsa la denuncia, como quiera la lesión queda; resulta
difícil reconstruir la buena imagen una vez ha sido dañada, aunque sea por la
acción malvada de un perverso.
El honor, la consideración y la buena
reputación e imagen son como la vida y la confianza: cuando se van no vuelven;
quien es acreedor de virtudes cívicas y ciudadanas bien ganadas, debe
defenderlas hasta la muerte, si han sido lesionadas en forma perversa.
Se debe ser sumamente cuidadoso al momento de
hacer una denuncia que puede, en una u otra forma, fastidiar a terceros de
buena fe y correcto proceder.
III.- DEBILIDADES QUE DAÑAN LA POLITICA
DECENTE
El político mediocre, el portador de la
mediocridad es el ejemplo que exhibe ante la sociedad el politiquero carente de
talento, intelecto, ingenio, capacidad y lucidez, y que se contenta, como un
loro mal amaestrado y peor adiestrado, con repetir todas las sandeces,
necedades, imbecilidades y disparates que anida en su limitado cerebro.
El politiquero estúpido, ante la dificultad o
imposibilidad de lograr que sus ideas penetren sin atropellar la conciencia de
sus conciudadanos, con tonterías, boberías y cuantas cosas insignificantes
puedan estar en su desguarnecido cerebro, se contenta con comportarse como
bufón bromista, un chistoso de mal gusto.
Una vez se domina la política por medio de un
método adecuado, utilizado para ser aplicado a la realidad social, al análisis
de los fenómenos sociales, el accionar político se enriquece y llega con más
facilidad a las masas populares el mensaje con el cual se procura la
orientación correcta.
La política desarrollada en base a la consigna
hueca, sin sentido ni contenido, crea confusión, estimula el desorden, motiva
la angustia, aniquila la iniciativa creadora del pueblo y termina no aportando
nada al avance, a la edificación de los sectores y clases sociales que se busca
edificar para su propia liberación.
El politiquero subestima la capacidad, la
inteligencia de los electores y electoras; más que políticos, lucen como
trastornados mentales aquellos que hacen labor politiquera electoral moviéndose
por esas calles de Dios acompañados de comberos que solamente saben difundir
vulgaridades, groserías, banalidades y simplezas.
Resulta un contrasentido que en la actual
coyuntura histórica, cuando el país cuenta con los intelectuales más
brillantes, los profesionales de las distintas áreas más preparados, los
hombres y mujeres con más talento, ingenio, agudeza y sagacidad, entonces
parece ser que los politiqueros se han creído que la sociedad dominicana de hoy
está integrada por tarados, por ciudadanos dominados por la imbecilidad y la
torpeza.
IV.- LA ORIENTACION POLITICA CORRECTA
La certera orientación política e ideológica
hace posible que los mejores hombres y mujeres del pueblo hagan suyo un
programa de reivindicaciones sociales y económicas; la edificación hace avanzar
el proceso democrático por caminos correctos, ciertos y con posibilidades de
éxitos, con menos sacrificios para los que en cada país son los más y requieren
de cambios firmes en la base económica y de las añejas estructuras ya
convertidas en retranca para el progreso.
El mensaje liberador le llega a los
destinatarios con más facilidad de comprensión cuando quien lo envía lo expone
con claridad, ajustado a la realidad social de la nación, sin ruido, bullicio,
estridencia, discordancia, ni el rechinamiento que en todo el curso de nuestros
procesos electorales amarga la vida a la gente de bien, para los cuales la
campaña se convierte en una verdadera pesadilla, en una locura colectiva.
Nuestro pueblo no aspira a recibir mensajes
elaborados para ser aceptados como buenos y válidos, que una vez examinados se
evidencia que son regalos ideológicos envenenados, diseñados para que sirvan
como anestesia para tranquilizar, atontar, adormecer a los que luego se
convierten en víctimas de las maquinaciones, tramas, intrigas, confabulaciones
y conjuras, obra de los mismos políticos de pacotilla que tanto daño han
causado al país con sus perversidades.
Algunos equivocados sen han formado la falsa
de que las grandes mayorías nacionales, siempre van a ser víctimas de las
maquinaciones políticas de sus enemigos, pero no es así. Todos los pueblos
pasan períodos de altas y bajas, de avances y retrocesos, para finalmente
alcanzar los objetivos positivos perseguidos.
En el caso específico del pueblo dominicano
hay un proceso trunco desde la desaparición física de Trujillo, hasta ahora,
que para romperlo se tiene que dar una batalla en la cual el verdadero pueblo
se haga, con su triunfo, dueño definitivo para siempre de su destino. No
olvidemos que en la lucha política y social, los pueblos condensan veinte (20)
años en un (1) día, lo que se traduce diciendo que el yugo que los dominicanos
y dominicanas no han roto en más de cincuenta y cinco años, pueden hacerlo
añicos en pocas horas.
La receptividad del pueblo dominicano, su
vocación democrática, su sentido de civismo, debe ser coronado con el proceder
limpio, decente y de altura de aquellos que aspiran, desde los órganos e
instituciones del Estado, a convertirse en sus fieles intérpretes.
La palabrería, el insulto y la grosería en
nada hacen sentir bien ni llenan en estos momentos las expectativas de los
dominicanos y dominicanas.
Los electores y electoras hace mucho tiempo
han demostrado estar preparados para escuchar propuestas, promesas, proyectos
electorales resultantes de programas que recojan puntos importantes de las
necesidades más imperiosas, urgentes, aquellas que imponen soluciones
inmediatas en el orden social, político e institucional.
La realidad dominicana nos enseña que hace
muchos años que las masas populares están por encima del comportamiento de la
generalidad de los que dicen y creen ser sus líderes. El conductor, el guía
político no es aquel que busca cautivar el sentir del pueblo por medio del
lenguaje soez, fuera de tono, y sin sentido ni contenido, sino el que sabe
elevarse, colocarse a la altura que demandan las circunstancias, aplicando en
cada caso y coyuntura el método de ucha adecuado, y que el pueblo, sin mayores
sacrificios puede aceptar y ejecutar, para lograr lo que persigue.
Están totalmente equivocados aquellos que se
definen como líderes políticos, y no son más que vulgares mercaderes del
accionar político. No es lo mismo incidir en la política para ganar el voto en
el proceso electoral por medio de dádivas, obsequios, agasajos, sobornos y
donaciones materiales de toda índole, que ganarse la confianza, la voluntad y
el respeto por medio de la buena conducta, la prédica certera y oportuna, por
llevar a la conciencia de los hombres y mujeres del pueblo un mensaje liberador
y confiable. El cariño y respeto sembrado con ideas, perdura; la simpatía
coyuntural que se gana con el regalo de cosas materiales, crea respaldo de
ocasión.
V.- EL PUEBLO Y LA PARTE FEA Y BONITA DE LA
POLITICA. SUS ALTERNATIVAS. SU DECISION.
La participación en la política tiene sus
puntos claros y oscuros, y nuestro pueblo ha sido testigo viviente de esa
verdad porque ha tenido que vivir en forma directa y cruda, durante más de
cincuenta años, la parte fea de la política, aquella que pone en práctica
quienes subestiman a lo mejor del país ejecutando politiquería de orilla, de
baja estofa, propia de cafres, de truhanes de todos los calibres, que han
recurrido a la truculencia, actuando como verdaderos tremebundos.
El pueblo también ha vivido el lado bonito del
accionar político, motivado por el dirigente serio que hace sentir bien al
pueblo con el mensaje transmitido y recibido con agrado, con alegría y que
genera convicciones de honradez, honestidad, lealtad y nobleza, entrega e
hidalguía. Esto es lo que los hombres y mujeres de bien del país buscan y
quieren sentir de la política; lo lindo, lo agraciado, en si, la parte humana
de aquel que se inserta en la lucha social para bien, no para hacer el mal ni
para hacer vida fácil apoyándose en la denigración de los de abajo, de los que
sufren espiritual y materialmente.
Los enemigos tradicionales del pueblo
dominicano no deben confundir la situación de hoy, caracterizada por la
negación de una vida digna a las masas, como aceptación permanente de
conformismo, resignación, docilidad, entrega y sumisión incondicional a los que
han utilizado el poder del Estado sin otra limitación que su propia voluntad.
Aquí, aunque algunos pretendan desconocerlo,
se están acumulando injusticias de toda índole que van a desembocar en una
confrontación no buscada ni querida por el pueblo, sino que lo están impulsando
a ella por las acciones políticas, económicas y sociales en su contra.
Los pueblos se interesan por alcanzar las
conquistas, resolver sus problemas cardinales por la vía pacífica, sin recurrir
a métodos violentos, pero raras veces ocurre así.
Las acciones de fuerza las generan los grupos
sociales que se convierten en retranca de los cambios, dejándoles a las masas
desposeídas dos posibilidades: aceptar tranquilamente, con resignación su
opresión, o luchar por todas las vías por su liberación.
No le queda otra alternativa a los de abajo
que sacudirse, motorizar las transformaciones que la sociedad demanda desde
hace años y años, y que han sido postergadas sin justificación valedera alguna.
No se detienen los procesos sociales por
represión impuesta desde arriba, ni por mucha miseria que sufran las masas
desposeídas. La rueda de la historia de la humanidad la han empujado siempre
los que en cada país son los más.
VI.- A MANERA DE CONCLUSIONES
Existe diferencia entre los fenómenos sociales
y los naturales. Es posible predecir cuándo el país va a ser afectado por un
ciclón, pero es imposible saber el día que aquí va a producir un fenómeno de
naturaleza social que permita cambiar por completo toda la base económica sobre
la cual descansa el ordenamiento social vigente.
Si la política fuera una rifa, pudiéramos
saber el día preciso que el pueblo dominicano se va a liberar de tantas y
tantas injusticias, de tantos y tantos procesos electorales burlones, de tantos
y tantos politiqueros negociantes de la politiquería.
El día preciso no lo sabemos, pero de que
llegará de eso no nos cabe la menor duda, como tampoco se pone en discusión que
después de la mañana viene la tarde.
Aspiramos a que el nuevo amanecer del pueblo
dominicano llegue en forma pacífica, lo menos doloroso posible, con el menor
sacrificio.
Lamentablemente, la disyuntiva de que el
desenlace sea violento o pacífico no depende de las grandes mayorías
nacionales, sino de la inteligencia o testarudez de los que son los menos, pero
controlan el poder político, económico y social del país.
El próximo día 20 de mayo el que esté
dispuesto a votar que lo haga con mucho gusto, es su derecho; el que no quiere
hacerlo, también se le respeta su negativa. Pero que nadie se confunda, unas
son las elecciones, y otras, muy distintas, las votaciones.
El que crea que ha sido testigo de un proceso
digno de elecciones libres, que le vaya bonito. El que considere que no ha sido
motivado ni edificado por ninguno de los candidatos, que se quede como simple
testigo de la presente coyuntura electoral.
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